lunes, marzo 18, 2024

Rafael Malpica

Video y fotos: Camp Briss/Facebook/Internet

Morelia, Michoacán, México, 27 de abril de 2020, Pesca en Directo.- A partir de una transmisión en vivo desde la cuenta de una mujer de Acapulco -que se presenta como Camp Briss-, se viralizó en la Internet, un fenómeno natural, no inusual, pero sí increíble: el acercamiento a la playa en Pie de la Cuesta, Acapulco, en Guerrero, de un gran cardumen de sardina ((Sardinops sagax caeruleus), y otros peces forraje. Y detrás de ellos, cientos –quizá miles- de ejemplares de jurel toro del Pacífico (Caranx caninus), y otros depredadores como agujones, sierra y carángidos de menor talla.

Camp Briss inició su transmisión el 21 de abril a las 12:29 del mediodía, en la playa conocida como Pie de la Cuesta, en Acapulco, estado de Guerrero, en México. Es el Océano Pacífico. El video se viralizó. Una semana después, ya tenía 214 comentarios, se había compartido 935 veces, y más de 70 mil reproducciones.

El cardumen de diferentes especies abarcó cientos de metros lineales de playa, y lo más espectacular es que la fuerza de los depredadores, prácticamente obligó a las sardinas a refugiarse en las partes más bajas de la línea de costa, donde fueron literalmente expulsados a la arena, y capturados con cordel y carnada, señuelos artificiales, manos, redes, y cubetas, por pescadores, habitantes y empleados que usan este sitio para ofrecer productos y servicios.

El fenómeno natural fue aprovechado por algunos pescadores que tuvieron ocasión de lanzar sus tarrayas, cordeles a mano y líneas con caña, para la captura de los grandes ejemplares de jurel. Pero algunas personas ni siquiera tuvieron que pescar con equipo artesanal, pues muchos de estos grandes peces con valor comercial, también quedaron expuestos en la arena de la playa, al descuidarse por el frenesí en este fenómeno de alimentación.

Debido a la emergencia sanitaria por la COVID-19, y al decreto de diferentes medidas de aislamiento social y de reducción de la movilidad de los ciudadanos, las playas de todo Guerrero están cerradas al público. De hecho, elementos de Protección Civil, de las policías municipales y estatales, de la Guardia Nacional, y de la Secretaría de Marina, resguardan el litoral de esta entidad, igual que en todo México.

Sin embargo, el arribo masivo de peces, representa un suceso fuera de lo ordinario, y fue aprovechado por algunos, para proveerse de pescado, lo que significó llevar alimento a casa.

Quienes siguieron la transmisión en vivo a través de Facebook desde la cuenta de Camp Briss, -y después, cuando el video fue compartido en otras cuentas, e incluso en medios de comunicación masivos-, pudieron percatarse que el fenómeno fue aprovechado por personas de familias de escasos recursos económicos. Para muchas de ellas, fue una situación muy afortunada, y más en un momento de crisis económica, ante la suspensión de actividades productivas, y la baja en las ventas, porque no hay consumidores en las playas.

Camp Briss, por cierto, una gran narradora, advierte que un pescador con caña, lanza y captura un ejemplar. Enfrente se aprecia la “mancha” de pescados, y un “picadero” en el mar, mientras vuelan aves que se lanzan en picada. En la rompiente de la ola, cientos, probablemente miles de pequeñas sardinas ya no lograron regresar al agua.

  • ­¡Lo que nos está regalando la naturaleza! ¡Vean qué bonito!, dijo al principio de su transmisión Camp Briss, y explicó: – La gente está buscando su comida. ¡Están saliendo muchos peces! ¡Miren! ¡Mira, mira!, dice, mientras camina para ver una sardina que se retuerce en la arena, justo en el momento en que un pescador la recoge para montarla en su anzuelo y lanzar la línea.

La mujer se acerca a un grupo de seis pescadores, que usan línea de mano. Uno de ellos alertó a su compañero pescador, aunque el principio del diálogo es inaudible:

  • ¡Allí hay un chingo (de pescados para carnadas) tirados!

Cerca de un conjunto de sardinas fuera del agua, ya muertas, la reportera ciudadana comenta:

  • Vean, cómo está saliendo toda la gente a buscar qué comer. ¡Se están llevando cubetas, llenas de peces!, dice mientras levanta su celular para ver al fondo una enramada y enfrente, a pescadores en faena.

Algo llama su atención, y regresa la cámara hacia atrás donde se advierte una sierra pintada, llevada a tierra por un pescador experimentado, que quita el anzuelo.

  • ¡A la verga! ¡No manches! Mira éste. Está muy grande, dice la muchacha, sorprendida, y escucha la explicación del pescador:
  • Es una caballa española. Aunque en realidad es una sierra de un kilogramo y medio de peso.

Con el ruido intenso del oleaje de fondo, y el otro frenesí a la vista, el de las personas en la playa, se escucha a Camp Briss:

  • Miren este señor trae una cubeta llena. Vamos a ver. ¿Cuántos agarraste?
  • Tres, Cuatro con éste, dice él hombre, de pelo trenzado y larga barba, mientras baja una cubeta que llevaba al hombro, en el que sobresalen solo parte del cuerpo y las colas de los jureles, aún vivos. Su hijo se acerca para meter el nuevo ejemplar, mientras la cubeta rueda en el suelo, regándose su preciada carga.  ­– ¡Párala!, grita a su vástago, al tiempo de levantar la cubeta.

Otro pescador relata su pesca a un compañero.

  • En la mañana me pasó como en las caricaturas, guey.
  • ¿Por qué, guey?
  • Salió la jurelada a la orilla, dorado y jurel. Agarré uno; solté ese, pero agarré otros cuatro, guey. Y ahorita ¡no agarré ni madres!

La narradora, retoma su marcha.

  • Vean cómo está la gente. Aquí hay más peces, comenta, al tiempo de mostrar las sardinas fuera del agua.

Una señora, pregunta:

  • ¿Me puede dar pescado?
  • ¡Llévatelos!, dice la reportera ciudadana, mientras suena una carcajada del pescador, y un perro curioso, se acerca.

Ya en su carácter de observadora, impecable, ella prosigue:

  • Pues la gente se vino. Se metió. Ahorita no hay vigilancia. Pero… todos están buscando algo qué comer. Más que nada, gente que vive por aquí, que no tienen trabajo. Están desempleadas. Y da vuelta atrás: – Vamos a regresar. ¡Todos con una cañita y su cuerdita!, comenta – ¡Están sacando peces muy grandes! Inclusive los saca el mar, solitos.
  • ¡Miren! Esos niños llevan varios pescados para comer a su casita. No, pues ya salió, con una salsa de molcajete, comenta, al tiempo de registrar con su cámara de celular, a un par de jovencitos, que tienen tendidos en la arena cuatro jureles y una sierra. –  Todavía están vivos, algunos, dice.
  • ¿Y esos los sacaste con la tarraya o con la cuerda? ­
  • ­No, con la cuerda, dice, el chaval, mientras enreda sobre una tabla de madera.
  • ¡Es la locura!, comenta ella sorprendida, mientras se agacha para mirar de cerca y recoger un pequeño pez blanco y plata: –¡Aquí hay uno vivito! Ay pobrecito. – Ése, ¿cómo se llama?, muestra el pececillo y pregunta a una señora.
  • Sardina, dicen.
  • Dicen que es sardina. No sé. Son un montón, completa.
  • ¿Ya agarraste?, le grita a otra mujer que se acerca por la playa, con pasos firmes, enfundada en sus chanclas, mientras enseña una bolsa con pescado. Nuestra amiga narradora explica sobre la visitante: ­– Ella vende pulpa de tamarindo. Pero como no hay venta, vino por pescado. – ¡Muy bien!, justifica.

La mujer comenta algo ininteligible, y le contesta:

  • ¡Claro! ¡Dios provee siempre! ¡A ver ése! ¡Wow! Otro. ¡Agarró otro!, dice, al comentar la captura del muchacho de antes.

Mientras muestra el oleaje, la arena, peces y pescadores, ella sigue con el relato, y una necesaria explicación:

  • Toda esta gente que está aquí, son salvavidas. Vendedores de la playa que se quedaron sin trabajo. Y rápido se enteraron que el mar estaba sacando pescado. Y corrieron, con sus cañitas.

Se escucha un zumbido persistente y voltea para arriba:

  • Anda el dron por acá, dice, mientras muestra al artefacto en su recorrido a bajo nivel, para después perderse a lo lejos.
  • ¿Que son, don Octavio?, pregunta ella, muestra y contesta, a la vez: – ¡Sardinas!

Celular en mano, recorre un buen tramo, y cuenta:

  • Y siguen llegando. Miren. Por acá hay más gente.

Como a los ocho minutos de transmisión, Camp Briss, se detiene y reflexiona:

  • Sí. Ya sabemos que no está permitido venir al mar. Pero ahorita no hay vigilancia. Y retoma su marcha.

Un perro es testigo de una pregunta, reiterativa:

  • Ése, cómo se llama.
  • Se llama jurel, contesta una persona, mientras la cámara hace un barrido y encuentra un gran pescado en la arena caliente.

La reportera, sigue la marcha sobre la arena caliente, y comenta, aún a lo lejos.

  • La señora ya agarró un montón. Ya trae su bolsa más pesadita, comenta y le grita: – ¡Te va a llevar el mar, niña!, mientras la ola revienta cerca de donde la mujer recogía sardinas.

Ya próxima, cuestiona:

  • ¿Tú qué vendes?, y hace un acercamiento de un rostro moreno, sonriente, sudado.
  • Empanadas. Pero como ahorita no hay nada en la playa, tengo que andar levantando pescado para poder comer.

Camp Briss, dice convencida:

  • Ya vieron, ¡Qué bueno es Dios!, con todas las personas. Y ambas siguen en sentidos encontrados.

Mientras dos niños, corren, para ganarle a la ola, y lanzar lejos la carnada, ella dice:

  • Ya vieron, hasta los niños andaban aquí, justo cuando la ola revienta y tira a uno de ellos… el gordito.

El grito, jubiloso, de un pescador alerta a los infantes; es simplemente concreto, directo, determinante, definitivo, total:

  • ¡Aguas! ¡Aguas, que se los va a llevar la verga!
  • ¡Verga!, grita otro pescador, por si no había quedado suficientemente claro, aunque los niños pescadores están en lo suyo, y no advierten nada.

Sin mucho que decir, nuestra narradora voltea hacia alguien conocido, y le grita.

  • ¿Qué agarraste comadre? ¿Nada?, pregunta, aunque más parece respuesta conocida. Lo que le dice después, parece un misterio… pero no lo es: ¡Uuuuuhhhh, estás como lo que te gusta!
  • ¡Lo que es su mero mole!, remata un pescador -con una playera de los Pumas-, que estaba cerca, mientras los tres personas llegan a las risas.
  • ¡Como lo que nos gusta comadre!, responde jocosa, la aludida comadre.

Pero es tiempo de estar en alerta. Nuestra narradora advierte:

  • ¡Ahorita vienen los de Protección Civil, y nos van a correr! Sí, hay vigilancia, comenta al hacer una toma de los elementos de dicha corporación, que patrullan la playa, en silencio, y sin molestar a nadie.

El oleaje es brutal. Aunque no hay acciones para retirar a las personas de la playa, la inquietud está presente. En la transmisión, Camp Briss remarca, por si no ha quedado claro:

  • Sí, hay vigilancia. Ya vienen. Pero nos han dicho nada… todavía.

El pescador, fan de los Pumas, confirma:

  • Allí vienen (los de Protección Civil. Están detrás.
  • ¡Diles que no tenemos qué comer!, pide a su esposo, la señora.

La narradora también lo sabe:

  • Pues sí. Ya vieron a la gente y no tienen qué comer. Muchas de las personas que están aquí, vienen del hospital.
  • ­¿Usted, a qué se dedica?, cuestiona muy profesional a la señora que es, al mismo tiempo, su comadre.
  • Soy masajista. Y vengo del hospital.
  • ¿Qué te pasó?, pregunta Camp Briss, pero sabe la historia y la respuesta, en realidad:
  • Está enferma del pulmón. Se quedó sin trabajo. Es masajista de Pie de la Cuesta y está buscando qué comer ¿Verdad? ¿Cómo te enteraste?
  • Pues vivo cerca de la playa. Y vimos cómo los pescados, los sacaba el mar, explicó con seriedad, la comadre.
  • Ya nos vamos porque ya llegaron los de Protección Civil, especifica Camp Briss, ya casi para despedir, aunque comenta: – Todavía siguen sacando pescado. Aquí traen otro. ¡Grandotote!

En México, hoy es un tiempo diferente. De parálisis, de aislamiento y reclusión social; de inmovilidad y de enfermedad. En este tiempo de la pandemia por la COVID-19, provocada por el coronavirus SARS CoV-2, que empezó en la China y que paralizó al mundo, esta primera parte del año 2020, de la era de nuestro Señor, la imagen última, es indescriptible: un pescador moreno, salado de mar, en short y jersey, con caña y carrete, asoleado, y jurel en mano, camina por la línea de costa… el oleaje es intenso, el sol radiante, el mar es benevolente, y los peces… los peces siguen saliendo, por decenas, por cientos, quizá por miles. Es el Océano Pacífico. Es Guerrero. Es el México que queremos de regreso. ¡Una fiesta de escama en lo más serio de la pandemia!

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