Para la pesca deportiva en México, al menos para la región del noroeste, 1957 es un año importante. En ese entonces la Comisión del Río Fuerte autorizó la introducción de la lobina en la presa Miguel Hidalgo y Costilla, El Mahone, que unos años antes se empezó a construir sobre el cauce del río Fuerte para evitar inundaciones y aprovechar el agua riego y generación de energía eléctrica.
Tuvieron que pasar más de diez años, ya con una población de Micropterus perfectamente establecida, para aprovechar este recurso y consolidar lo que serían las bases de una actividad económica altamente significativa y rentable: la pesca deportiva en aguas interiores. Antes de 1968, un gringo viajero, Billy Chapman, llegó a Sinaloa y conoció a don Sergio Villaseñor, a quien apodaban El Chico, un ingeniero guanajuatense que trabajaba para la Comisión Federal de Electricidad, en los proyectos hidroeléctricos de Sinaloa.
Ese año acuerdan una sociedad que les permite poner en operación dos lanchitas “hechizas” de 18 y 20 caballos de fuerza para llevar a pescar estadounidenses a la presa El Mahone. Luego se construyó un campamento pesquero en la presa José Ortiz de Domínguez, El Sabino y se habilitó un inmueble con cuartos para pescadores y todos los servicios en El Fuerte, Sinaloa. Ese parece ser el origen de toda la industria turística ligada a la pesca deportiva en aguas interiores, al menos en esta región de México: El Noroeste.
El año pasado, durante la Expedición Sinaloa 2016 que realizamos en compañía de nuestros amigos los capitanes y guías de pesca Luis Fernández Gámez, El Chapito, y Sergio Villaseñor Sañudo, El Villano, pudimos conversar con Sergio Villaseñor padre, un hombre lúcido y muy tranquilo que nos explica algunos detalles de lo que bien podría ser el inicio de la historia de la pesca de lobina en México. Aquí la conversación, donde además referimos algunas cosas de otro pionero de la pesca deportiva en nuestro país: Ron Speed…